An Arab fable tells of a miller who was startled by seeing a camel’s nose thrust in at the door of the tent where he was sleeping. “It’s very cold outside,” said the camel, “I only want to get my nose in.” The nose was allowed in, then the neck, finally the whole body. Soon the miller began to be inconvenienced by such an ungainly companion in a room not large enough for both. “If you are inconvenienced,” said the camel, “you may leave; as for myself I shall stay where I am.” “Give but an inch,” says Lancelot Andrews, “and the devil will take an ell; if he can get in an arm, he will make shift to shove in his whole body.”

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In C. S. Lewis’ book, The Lion, the Witch and the Wardrobe, the wicked queen entices the boy, Edmund, with a box of enchanted Turkish Delight. Each piece is sweet and delicious, and Edmund has never tasted anything better. There is only one problem. The more he eats of this enchanted Turkish Delight, the more he wants. He doesn’t know that this is the wicked queen’s plan. The more he eats, the more he will want, and thus he will eat and eat until it kills him. It would never satisfy his hunger; it would never fill him up…it would simply kill him. (Rev. John Lestock) Lewis is giving us a metaphor for sin. This is how sin is. It never satisfies, it only enslaves.

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In the Australian bush country grows a little plant called the “sundew.” It has a slender stem and tiny, round leaves fringed with hairs that glisten with bright drops of liquid as delicate as fine dew. Woe to the insect, however, that dares to dance on it. Although its attractive clusters of red, white, and pink blossoms are harmless, the leaves are deadly. The shiny moisture on each leaf is sticky and will imprison any bug that touches it. As an insect struggles to free itself, the vibration causes the leaves to close tightly around it. This innocent-looking plant then feeds on its victim. Temptations do the same. [Our Daily Bread, (December 11, 1992).]

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As the Union Pacific Railroad was being constructed, an elaborate trestle bridge was built across a large canyon in the West. Wanting to test the bridge, the builder loaded a train with enough extra cars and equipment to double its normal payload. The train was then driven to the middle of the bridge, where it stayed an entire day. One worker asked, “Are you trying to break this bridge?” “No,” the builder replied, “I’m trying to prove that the bridge won’t break.” In the same way, the temptations Jesus faced weren’t designed to see if He would sin, but to prove that He couldn’t. [Today in the Word (March 14, 1991).]

Fr.Joseph Antony Sebastian
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Nota de nuestro pastor:

Una fábula árabe habla de un molinero quien se sorprendió al ver una nariz de camello empujando la puerta de la tienda donde estaba durmiendo. “Está muy frío afuera,” dijo el camello, “Sólo quiero meter mi nariz”. La nariz fue permitida adentro, luego el cuello, finalmente todo el cuerpo. Pronto el molinero comenzó a estar incomodo con un compañero tan desgarbado en un local no para ambos. -“Si usted está incomodo, dijo el camello, “usted puede irse; en cuanto a mí voy a quedarme donde estoy.” “Da una pulgada, “dice Lancelot Andrews,” y el diablo tomará un codo; si puede conseguir un brazo, empujará todo su cuerpo.”

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En el libro de C. S. Lewis, el León, la Bruja y el Armario, la reina malvada atrae al niño, Edmund, con una caja de delicias Turcas encantadas. Cada pieza es dulce y deliciosa, y Edmund nunca ha probado algo mejor. Hay sólo un problema. Entre más come de estas delicias Turcas encantadas, más quiere. Él no sabe que esto es el plan de la malvada reina. Entre más come, más va a querer, y así él comerá y comerá hasta morir. Nunca podrá satisfacer su hambre; nunca lo llenaría…simplemente lo mataría. (Reverendo John Lestock). Lewis nos da una metáfora sobre el pecado. Así es el pecado. Nunca satisface, sólo esclaviza.

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En el país australiano crece una pequeña planta llamada el “atrapamoscas”. Tiene un tallo delgado y pequeño, de hojas redondas con flecos de pelos que brillan gotas de líquido brillantes tan delicadas como el rocío fino. ¡Ay de los insectos, sin embargo, que se atreven a bailar en él. Aunque sus atractivos racimos de flores rojas, blancas y rosadas son inofensivas, las hojas son mortales. La humedad brillante en cada hoja es pegajosa y encarcela a cualquier bicho que toca. Cuando un insecto lucha por liberarse, la vibración hace que las hojas se cierren firmemente alrededor de él. Esta planta de apariencia inocente se alimenta entonces de su víctima. Las tentaciones hacen lo mismo. [Nuestro Pan Diario, (11 de Diciembre de 1992).]

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Cuando se construía el Ferrocarril Union Pacific, un puente de caballetes elaborado fue construido a través de un gran cañón en el Oeste. Queriendo probar el puente, el constructor cargó un tren con bastantes coches extras y con el doble de equipo de su carga normal. El tren fue conducido luego a la mitad del puente, donde permaneció todo el día. Un trabajador le preguntó, “Intentas derrumbar este puente?” “No”, respondió el creador “intento demostrar que el puente no se romperá.” De la misma manera, las tentaciones que enfrentó Jesús no fueron diseñadas para ver si Él pecaría, sino para probar que Él no podía. [Hoy en la Palabra (14 de Marzo de 1991).]

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