1990, Michale Mohr’s son, Jeff, moved to Arizona to work as a computer technician. Michale, back in Portland, Oregon, looed forward to her son’s weekly calls. But after a few years in Arizona, Jeff’s phone calls began to taper off. When Michale’s letters to him were reurned, she decided to investigate. Michale found out from Jeff’s friends that he had become addicted to crystal meth, a powerful drug. One day, Jeff had just walked away from his house. No one knew where he was. For the next three years, Michale Mohr made it her mission in life to find her son. She flew back and forth between Oregon and Arizona, canvassing Jeff’s old neighborhood and talking to his friends and associates. The police offered little help. Michale’s quest to find her drug-addicted son led her into dangerous, run-down neighborhoods. She witnessed horrible decay and poverty in these drug-infested hellholes. She faced constant threats to her safety. At one point, she even dressed as a homeless woman in order to relate to the street people she interviewed. Finally, after three years, Michale made contact with someone who knew Jeff. She remembers distinctly the day she found him. Jeff rode up on his bicycle. He had lost weight, his teeth were rotting, he was bruised from a recent beating. But he had ridden on his bicycle for ten miles in the sweltering Arizona heat to find her. They ran into each other’s arms. Jeff had been trying to fight his addiction, but he had been afraid to contact his mother, afraid of how his addiction might hurt her. You will be happy to know that Jeff Mohr moved back to Oregon, got a steady job, and joined Narcotics Anonymous.  Michale Mohr’s story appeared in Newsweek magazine [“The Seamier Side of Life” by Michale Mohr, Newsweek (August 18, 1997), p. 14.] It is a story that is all too often repeated in families across our land. And don’t think that Church families are immune to the curse of losing a child to chemical addiction or even to crime.

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Reconciliation with a hook: An elderly man on the beach found a magic lamp. As he picked it up and started cleaning it, a genie appeared and said: “Because you have freed me I will grant you a wish.” The man re-sponded. “I had a fight with my only and older brother thirty years ago. I want to be reconciled with him so that he may forgive me and start loving me.” The genie said, “I am glad that you did not ask for money or riches. Your wish is granted. Are you sick and about to die?” the genie enquired. “No way!” the man shouted. “But my unmarried, older brother is about to die and he’s worth about $60 million!!”

Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:

En 1990, el hijo de Michale Mohr, Jeff, se trasladó a Arizona para trabajar como un técnico en computación. Michale, en Portland, Oregón, esperaba con anticipación las llamadas semanales de su hijo. Pero después de algunos años en Arizona, las llamadas de teléfono de Jeff se disminuyeron. Cuando las cartas de Michale se le fueron devueltas, decidió investigar. Michale descubrió por medio de los amigos de Jeff que se había convertido en adicto al cristal de metanfetamina, una droga potente. Un día, Jeff dejó su casa. Nadie sabía dónde estaba. Por los próximos tres años, Michale Mohr hizo su misión en la vida encontrar a su hijo. Ella voló entre Oregón y Arizona, escudriñando el barrio viejo de Jeff y hablando con sus amigos y asociados. La policía ofreció poca ayuda. La búsqueda de Michale para encontrar a su hijo adicto de drogas la llevó a correr por barrios peligrosos. Presenció la horrible decadencia y la pobreza en estas mazmorras infestadas de drogas. Se enfrentó a las amenazas contra su seguridad. En un punto, ella se vistió como una mujer sin hogar para relacionarse con la gente de la calle que entrevistó. Finalmente, después de tres años, Michale hizo contacto con alguien que conocía a Jeff. Recuerda claramente el día que lo encontró. Jeff montó su bicicleta. Había perdido peso, sus dientes estaban podridos, molido de una paliza reciente. Pero él se fue en su bicicleta recorriendo diez millas en el sofocante calor de Arizona para encontrarla. Corrieron a los brazos del otro. Jeff había estado tratando de luchar contra su adicción, pero había sentido miedo de contactar a su madre, pensando de cómo su adicción podría lastimarla. Usted estará feliz de saber que Jeff Mohr se movió de nuevo a Oregón, consiguió un empleo fijo y se unió a Narcóticos Anónimos.  La historia de Michale Mohr apareció en la revista Newsweek [“El Lado Oscuro de la Vida” por Michale Mohr, Newsweek (18 de Agosto de 1997), p. 14.] Es una historia que es repetida demasiado a menudo en las familias a través de nuestra tierra. Y no creo que las familias de la Iglesia sean inmunes a la maldición de per-der a un hijo a la adicción química, o incluso a la delin-cuencia.

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Reconciliación con un gancho: un anciano en la playa encuentra una lámpara mágica. La recogió y comenzó a limpiarla, un genio apareció y le dijo: “Porque usted me ha liberado te concederé un deseo”. Respondió el hombre. “Tuve una pelea con mi hermano más viejo y único hace treinta años. Quiero reconciliarme con él para que él pueda perdonarme y empezar a amarme.” El genio dijo, “me alegró que usted no pidió dinero o riquezas. Su deseo es concedido. ¿Está usted enfermo y a punto de morir?” preguntó el genio. “¡Ninguna manera!”, gritó el hombre. “Pero mi hermano soltero, más viejo está a pun-to de morir y el vale aproximadamente $ 60 millones!!!!”

Fr.Joseph Antony Sebastian
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