What parable would make a man with three doctoral degrees (one in medicine, one in theology, one in philosophy), leave civilization with all its culture and amenities and depart for the jungles of darkest Africa to serve as a missionary doctor for 47 years? What parable could induce a man, who was recognized as one of the best concert organists in all Europe, to go to a place where there were no organs to play? What parable would so intensely motivate a man that he would give up a teaching position in Vienna, Austria to go to help people who were so deprived that they were still living in the superstitions of the dark ages, for all practical purposes? The man of course was Dr. Albert Schweitzer who won the Nobel Peace Prize in 1952, and the single parable that so radically altered his life, according to him, was our text for this morning, the parable of the rich man and Lazarus, the beggar. That parable convinced Schweitzer that the rich, Europe, should share its riches with the poor, Africa, and that he should start the process.

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Cecil John Rhodes was an enormously wealthy man. He was an English-born Businessman, mining magnate and politician in South Africa. He was the founder of the diamond company De Beers, which today markets 40% of the world’s rough diamonds and at one time marketed 90%. An ardent believer in colonialism and imperialism, he was the founder of the state of Rhodesia to perpetuate his name. One day a newspaperman asked him, “You must be very happy.” Rhodes replied, “Happy! No! I spent my life amassing a fortune only to find that I have spent half of it on doctors to keep me out of the grave, and the other half on lawyers to keep me out of jail!” He reminds us of the rich man in Jesus’ parable in today’s Gospel.

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There is a Jewish story about Rabbi Joshua, the son of Levi, and his trip to Rome in the third century. He was astounded to see the magnificence of the buildings, especially the care lavished upon statues which were covered with exquisite cloths to protect them from the summer heat. As he was admiring the beauty of Roman art, a beggar plucked at his sleeve and asked for a crust of bread. The sage looked at the statues and turning to the beggar in rags said: “Here are statues of stones covered with expensive clothes, and here is a man created in the image and likeness of God covered with rags. A civilization that pays more attention to statues than to human beings shall surely perish.” Telling the parable of the rich man and Lazarus in today’s Gospel, Jesus asks us the same question: What are our statues, our priorities? The poor and powerless, the illiterate, the homeless, the ill?

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The parish church was badly in need of repair. So the pastor called a special meeting inside the church to raise funds. At the assembly the pastor explained the need of an emergency fund for plastering the roof and supporting pillars and the other areas which needed repair. He invited pledge of contributions. After a brief pause Mr. Murphy, the richest man in the parish, volunteered he would give 50 dollars. Just as he sat down, a hunk of plaster fell from the ceiling on the head of Mr. Murphy. He jumped up looking terribly startled and corrected himself: “I meant to say 500 dollars.” The congregation stood silent and stunned. Then a lone voice cried out: “Oh Lord, hit him again!”

Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian Blvd Hayward, CA, USA 94541
Office Phone: 510 783 2766

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Nota de nuestro pastor:

¿Qué parábola hace que un hombre con tres doctorados (uno en Medicina, uno en Teología, y otro en Filosofía), dejara la civilización con toda su cultura y servicios para salir a las selvas de África más oscura para servir como médico misionero durante 47 años? ¿Qué parábola podría inducir a un hombre, que fue reconocido como uno de los mejores organistas de concierto en toda Europa, para irse a un lugar donde no hay órganos para tocar? ¿Qué parábola motivaría tan intensamente a un hombre que dejaría una posición de enseñanza en Viena, Austria para ir a ayudar a las personas que estaban tan privados que todavía estaban viviendo en las supersticiones de la edad media? Por supuesto, ese hombre fue el Dr. Albert Schweitzer quien ganó el Premio Nobel de la Paz en 1952 y la única parábola que había alterado tan radicalmente su vida, según él, era nuestro texto de esta mañana, la parábola del hombre rico y Lázaro, el mendigo. Esa parábola había convencido a Schweitzer que los ricos, Europa, deberían compartir sus riquezas con los pobres, Africa, y que él debería comenzar el proceso.

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Cecil John Rhodes era un hombre enormemente rico. Él era un hombre de negocios nacido en Inglaterra, magnate minero y político en África del Sur. Fue el fundador de la compañía de diamantes De Beers, que hoy comercializa el 40% de diamantes en bruto del mundo y hace un tiempo comercializaba el 90%. Un ferviente creyente en el colonialismo y el imperialismo, fue el fundador del estado de Rhodesia para perpetuar su nombre. Un día un periodista le preguntó: “Usted debe ser muy feliz”. Rhodes le respondió, “¡Feliz! No! Pasé mi vida amasando una fortuna sólo para descubrir que he gastado la mitad en los médicos quienes me mantienen fuera de la tumba y la otra mitad en abogados para mantenerme fuera de la cárcel!” Él nos recuerda al hombre rico en la parábola de Jesús en el Evangelio de hoy.

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Hay una historia Judía sobre el Rabino Joshua, hijo de Leví y su viaje a Roma en el siglo III. Estaba asombrado al ver la magnificencia de los edificios, especialmente el cuidado prodigado a estatuas que fueron cubiertas con telas exquisitas para protegerlos del calor del verano. Cuando él estaba admirando la belleza del arte romano, un mendigo jaló su manga pidiendo un trozo de pan. El sabio miró a las estatuas y al mendigo en harapos y dijo: “aquí están las estatuas de piedras cubiertas con ropa cara y aquí un hombre creado a imagen y semejanza de Dios cubierto con harapos. Una civilización que presta más atención a estatuas que a los seres humanos seguramente perecerá.” Contando la parábola del hombre rico y Lázaro en el Evangelio de hoy, Jesús nos hace la misma pregunta: ¿Cuáles son nuestras estatuas, nuestras prioridades? ¿Los pobres e indefensos, los analfabetos, las personas sin hogar, enfermos?

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La Iglesia parroquial estaba tan mal que necesitaba reparación. El Pastor convocó una reunión especial dentro de la Iglesia para recaudar fondos. En la asamblea, el Pastor explicó la necesidad de un fondo de emergencia para el yeso del techo, pilares y las otras áreas que necesitaban reparación. Invitó a una promesa de contribuciones. Después de una breve pausa el Sr. Murphy, el hombre más rico de la parroquia, ofreció que él daría 50 dólares. Cuando se sentó, un pedazo de yeso cayó del techo sobre la cabeza del Sr. Murphy. Se levantó de un salto, terriblemente asustado, y se corrigió a sí mismo: “Quise decir 500 dólares”. La congregación estaba atónita y silenciosa. Entonces una voz solitaria gritó: “Oh Señor, golpéalo otra vez!”

Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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