While Fr. Antony is on vacation we are printing a past article that Father had written.
A Pastor once traveling in a plane describes a beautiful episode. It was a long fight and there was the sign of a storm and all were asked to fasten their seat belts. Then, after a while, a calm voice of the Pilot said, “We shall not be serving the beverages at this time as we are expecting a little turbulence. Please be sure your seat belt is fastened.” The Pastor looked around the aircraft to see many of the passengers were becoming apprehensive. Later, the voice of the announcer said, “We are so sorry that we are unable to serve the meal at this time. The turbulence is still ahead of us.” And then the storm broke. The ominous cracks of thunder could be heard even above the roar of the engines. Lightning lit up the darkening skies, and within moments that great plane was like a cork tossed around on a celestial ocean. One moment the airplane was lifted on terrific currents of air; the next, it dropped as if it were about to crash. The pastor confessed that he shared the discomfort and fear of those around him. As he looked around the plane, he could see that nearly all the passengers were upset and alarmed and some started praying. Then he saw a girl to whom the storm meant nothing. She had tucked her feet beneath her as she sat on her seat and was reading a book. Everything within her small world was calm and orderly. Sometimes she closed her eyes, then she would read again; then she would straighten her legs, but worry and fear were not in her world. The plane finally reached its destination and all the passengers were hurrying to disembark, he lingered to speak to the girl whom he had watched for such a long time. Having commented about the storm and asked her why she had not been afraid. The sweet child replied, “Sir, my Dad is the pilot, and he is taking me home.”

Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian BlvdHayward, CA, USA 94541
Office Phone: 510 783 2766
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“The Lord is my shepherd, there is nothing I lack.
In green pastures you let me graze; to safe waters you lead me; you restore my strength.
You guide me along the right path for the sake of your name.
Even when I walk through a dark valley, I fear no harm for you are at my side;
Your rod and staff give me courage.” (Psalm 23:1-4)

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Mientras que el Padre Antony está de vacaciones estamos imprimiendo un artículo pasado que el Padre había escrito.
Un Pastor una vez viajando en un avión describe un episodio hermoso. Fue un largo vuelo, hubo señal de una tormenta y se les pidió a todos que abrocharan sus cinturones. Entonces, después de un tiempo, la voz calma del piloto dijo, “no vamos a servir las bebidas en este momento porque es-tamos esperando un poco de turbulencia. Por favor, asegúrese de que el cinturón este sujeto.” El Pastor miró a su alrededor del avión y vio que mu-chos de los pasajeros estaban muy aprensivos. Más tarde, la voz del locutor dijo: “Estamos muy apenados pero somos incapaces de servir la comida en este momento. La turbulencia está todavía por delante de nosotros”. Y entonces estalló la tormenta. Las grietas ominosas del trueno se oían aún por encima del rugido de los motores. Relámpagos iluminaron el cielo oscurecido, y en pocos momentos ese gran avión era como un corcho sacu-dido alrededor de un océano celestial. Un momento que el avión se levantaba en magníficas corrientes de aire; al siguiente, caía como si se fuera a estrellar. El Pastor confesó que compartía el malestar y el miedo de los que le rodeaban. Mientras miraba alrededor del avión, pudo ver que casi todos los pasajeros estaban incomodos y alarmados y algunos empezaron a orar. Entonces vio a una niña a quien la tormenta no le significaba nada. Había doblado sus pies debajo de ella mientras sentada en su asiento leía un libro. Todo dentro de su pequeño mundo era tranquilo y ordenado. A veces cerraba los ojos, y después leía de nuevo; después ella estrechaba sus piernas, pero no había preocupación y miedo en su mundo. El avión finalmente llegó a su destino y todos los pasajeros se apresuraron para desembarcar, él se quedó para hablar con la muchacha que había estado observando desde hace mucho tiempo. Comentando sobre la tormenta le preguntó por qué ella no había tenido miedo. La dulce niña contestó: “Señor, mi padre es el piloto, y él me lleva a casa”.

Fr.Joseph Antony Sebastian
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“El Señor es mi pastor: nada me falta;
En verdes pastos el me hace reposar. A las aguas de descanso me conduce, y reconforta mi alma.
Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre.
Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo con tu vara y tu bastón, y al verlas voy sin miedo.” (Salmo 23:1-4)