In 1896, after fifteen centuries, Athens renewed the Olympic Games, thus fulfilling the dream of Baron Pierre de Coubertin of France. You can imagine how proud the Greeks were to host the first modern Olympics. You can also imagine how disappointed they were at their athletes’ lack of success in event after event. The last competition was the marathon. Greece’s entrant was named Louis, a shepherd without competitive background. He’d trained alone in the hills near his flock. When the race started, Louis was far back in the pack of marathoners. But as the miles passed, he moved up steadily. One by one the leaders began to falter. The Frenchman fell in agony. The hero from the United States had to quit the race. Soon, word reached the stadium that a lone runner was approaching the arena, and the emblem of Greece was on his chest! As the excitement grew, Prince George of Greece hurried to the stadium entrance where he met Louis and ran with him to the finish line. In this sports tale we have something of the history of the human race. Jesus Christ started from way back in the pack. He was born in relative obscurity, never had many followers, commanded no army, erected no edifices, wrote no books. He died young, was buried in a borrowed grave, and you’d think he’d be quickly forgotten. But, no! His reputation has grown, so that today he is worshiped on every continent, has more followers than ever before and sixteen times has had his picture on the cover of Time magazine, while his sayings have been translated into more than 200 languages. Consider: Socrates taught for forty years, Plato for fifty, and Aristotle, forty. Jesus Christ only taught for three years. Yet which has influenced the world more, one hundred thirty years of classical thought or three years of Christ’s? In the Library of Congress there are 1,172 reference books on William Shakespeare, 1,752 on George Washington, 2,319 on Abe Lincoln, and 5,152 on Jesus Christ. Perhaps H. G. Wells best summed up the runaway difference in interest. “Christ,” he wrote, “is the most unique person of history. No man can write a history of the human race without giving first and foremost place to the penniless teacher of Nazareth.” As Emerson once noted, “The name of Jesus is not so much written as PLOUGHED into the history of the world.” Today’s Gospel reveals his true identity and describes what one must do to follow him.
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Indulgent self-denial: An overweight executive went on a strict diet after announcing it to his staff in the office. Then one morning he showed up at the office with a huge coffee-cake. He was roundly scolded by his staff for breaking his diet. But he said, “Wait a minute. I can explain. On my way to work this morning, I saw this coffee cake in the window of a bakery. And I prayed, ‘Lord, if you want me to have it, provide a parking space right in front of the bakery.’ And sure enough, the eighth time around the block, there it was.”
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
En 1896, después de quince siglos, Atenas renovó los Juegos Olímpicos, cumpliendo así el sueño del Barón Pierre de Coubertin de Francia. Ya puedes imaginar lo orgulloso que los Griegos se sintieron por albergar los primeros Juegos Olímpicos modernos. También puedes imaginar lo decepcionados que quedaron por la falta de éxito de los deportistas después de cada evento. El último evento fue el maratón. El participante de Grecia se llamaba Louis, un pastor sin historial competitivo. Él había entrenado sólo en las colinas cerca de su rebaño. Cuando comenzó la carrera, Luis iba más atrás del grupo de los competidores. Pero al pasar de las millas, se acercaba constantemente. Uno a uno los líderes comenzaron a tambalearse. El francés cayó en agonía. El héroe de los Estados Unidos tuvo que abandonar la carrera. Pronto, se escuchó en el estadio que un corredor solitario se acercaba a la arena y el emblema de Grecia estaba en su pecho! A medida que crecía la emoción, el Príncipe George de Grecia se apresuró a la entrada del estadio donde conoció a Louis y corrió con él hacia la línea final. En este cuento de deportes tenemos algo sobre la historia de la raza humana. Jesucristo comenzó más atrás del grupo. Él nació en relativa oscuridad, nunca tuvo muchos seguidores, no mandó ningún ejército, no había erigido edificios, no escribió libros. Él murió joven, fue sepultado en un sepulcro prestado, y se podría pensar que sería rápidamente olvidado. Pero, no! Su reputación ha crecido, y hoy se venera en todos los continentes, tiene más seguidores que nunca y dieciséis veces ha tenido su imagen en la portada de la revista Time, mientras que sus palabras han sido traducidas a más de 200 idiomas. Tenga en cuenta: Sócrates enseñó durante cuarenta años, Plato por cincuenta y Aristóteles, cuarenta. Jesucristo enseñó sólo durante tres años. ¿Pero que ha influenciado al mundo más, ciento treinta años de pensamiento clásico o tres años de Cristo? En la biblioteca del Congreso hay 1,172 libros de referencia sobre William Shakespeare, 1,752 sobre George Washington, 2,319 de Abe Lincoln, y 5,152 sobre Jesucristo. Talvez H.G.Wells hizo un mejor resumen sobre la diferencia tan grande en interés. “Cristo,” él escribió, “es la persona más singular de la historia. Ningún hombre puede escribir una historia sobre la raza humana sin primero dar lugar al maestro sin un centavo de Nazaret”. Como Emerson una vez señaló, “el nombre de Jesús no es tanto escrito, sino GRAVADO en la historia del mundo.” El Evangelio de hoy revela su verdadera identidad y describe lo que uno debe hacer para seguirlo.
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Auto-negación indulgente: un ejecutivo con exceso de peso se puso en una dieta estricta después de anunciarle a su personal en la oficina. Entonces una mañana se presentó en la oficina con un enorme pastel de café. Él fue regañado rotundamente por su personal por romper su dieta. Pero él dijo: “esperen un minuto, yo les explico. En mi camino al trabajo esta mañana, vi este pastel de café en el escaparate de una panadería. Y oré: ‘Señor, si quieres que lo obtenga, proporciona un espacio de estacionamiento enfrente de la panadería’. Y efectivamente, la octava vez alrededor de la cuadra, allí estaba”.
Fr.Joseph Antony Sebastian
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