Most Rev. Paul-Émile Léger served as Archbishop of Montreal from 1950 to 1968, and was elevated to the position of Cardinal in 1953 by Pope Pius XII. He was one of the most powerful men in Canada and within the Catholic Church. He was a man of deep conviction and humility. Then on April 20, 1968 he resigned his office and leaving his red vestments, crosier, miter, and pallium in his Montreal office, disappeared. Years later, he was found living among the lepers and disabled, outcasts of a small African village. When a Canadian journalist asked him, “Why?” here is what Cardinal Léger had to say: “It will be the great scandal of the history of our century that 600 million people are eating well and living luxuriously and three billion people starve, and every year millions of children are dying of hunger. I am too old to change all that. The only thing I can do which makes sense is to be present. I must simply be in the midst of them. So, just tell people in Canada that you met an old priest. I am a priest who is happy to be old and still a priest and among those who suffer. I am happy to be here and to take them into my heart.”
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During the American Revolution, a man in civilian clothes rode past a group of soldiers who were busy pulling out a horse-drawn carriage stuck in deep mud. Their officer was shouting instructions to them while making no attempt to help. The stranger who witnessed the scene asked the officer why he wasn’t helping. With great dignity, the officer replied, “Sir, I am a Corporal!” The stranger dismounted from his horse and proceeded to help the exhausted soldiers himself. When the job was completed, he turned to the corporal and said, “Mr. Corporal, next time you have a job like this, and don’t have enough men to do it, inform your commander-in-chief and I will come and help you again.” Too late, the proud Corporal recognized General Washington. Today’s readings challenge us to be truly humble.
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Christian Archibald Herter was a U.S politician and statesman, Governor of Massachusetts, and Secretary of State 1959-1961. When Christian Herter was governor of Massachusetts, he was running hard for a second term in office. One day, after a busy morning chasing votes (without lunch), he arrived at a church barbecue. It was late afternoon and Herter was famished. As Herter moved down the serving line, he held out his plate to the woman serving chicken. She put a piece on his plate and turned to the next person in line. “‘Excuse me,” Governor Herter said, “do you mind if I have another piece of chicken?” “‘Sorry,” the woman told him. “I’m supposed to give one piece of chicken to each person because you are going to get other food items also from other servers.” “‘But I’m starved and I love chicken,” the governor said. “‘Sorry,” the woman said again. “Only one to a customer. “Governor Herter was a modest and unassuming man, but he decided that this time he would throw a little weight around. “‘Do you know who I am?” he said. “I am the governor of this state!” “‘Do you know who I am?” the woman retorted. “I’m the lady in charge of the chicken. Move along, mister.”
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
El Más Reverendo PaulÉmile Léger sirvió como Arzobispo de Montreal desde 1950 hasta 1968 y fue elevado a la posición de Cardenal en 1953 por el Papa Pio XII. Fue uno de los hombres más poderosos en Canadá y dentro de la Iglesia Católica. Era un hombre de profunda convicción y humildad. Luego, el 20 de Abril de 1968, renunció a su cargo y dejando sus vestiduras rojas, Báculo, Mitra y Palio en su oficina de Montreal, desapareció. Años más tarde, fue encontrado entre los leprosos y discapacitados, marginados de un pequeño pueblo Africano. Cuando un periodista Canadiense le preguntó: “¿por qué?” he aquí lo que el Cardenal Léger dijo: “va a ser el gran escándalo en la historia de nuestro siglo que 600 millones de personas comen bien y viven lujosamente y 3 billones de personas mueren de hambre, y cada año millones de niños están muriendo de hambre. Soy demasiado viejo para cambiar todo eso. Lo único que puedo hacer que tiene sentido es estar presente. Simplemente debo estar en medio de ellos. Por tanto, sólo dile a la gente en Canadá que conociste a un viejo Sacerdote. Soy un Sacerdote, y un Sacerdote que está feliz de ser viejo y entre los que sufren. Estoy feliz de estar aquí y llevarlos en mi corazón.”
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Durante la Revolución Americana, un hombre vestido de paisano pasó cabalgando por un grupo de soldados que estaban ocupados sacando un carruaje atascado en lodo profundo. Su oficial estaba gritando instrucciones a ellos sin hacer ningún intento para ayudar. El extranjero, quien fue testigo de la escena, le preguntó al oficial por qué no ayudaba. Con gran dignidad, el oficial respondió: “Señor, soy un Cabo!” El extraño desmontó de su caballo y procedió a ayudar a los soldados agotados. Cuando el trabajo se terminó, se volvió hacia el Cabo y dijo, “Sr. Cabo, la próxima vez que tenga un trabajo como este y no tenga suficientes hombres para hacerlo, informe a su Comandante y yo vengo a ayudarle otra vez.” Demasiado tarde, el Cabo orgulloso reconoció al General Washington. Las Lecturas de hoy nos desafían a ser realmente humilde.
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Christian Archibald Herter fue un Estadounidense político y Congresista, Gobernador de Massachusetts y el Secretario de Estado del 1959-1961. Cuando Christian Herter era Gobernador de Massachusetts, él corría arduamente para un segundo término en oficina. Un día, después de una mañana ocupada persiguiendo votos (sin almuerzo), llegó a una barbacoa en una Iglesia. Era tarde y Herter estaba muerto de hambre. Mientras Herter se movía en la línea de servicio, él le dio su plato a la mujer que servía pollo. Ella puso un trozo en su plato y se dirigió a la siguiente persona en línea. “‘Disculpe,” dijo el Gobernador Herter: “¿te importa si puedo tomar otro trozo de pollo?” “‘Lo siento,” le dijo la mujer. “Debo dar un pedazo de pollo a cada persona porque vas a tener otros alimentos también de los otros servidores”. “‘ Pero yo estoy muerto de hambre y me encanta el pollo,” dijo el Gobernador. “‘ Lo siento,” dijo la mujer otra vez. “Sólo uno por cliente”. El Gobernador Herter era un hombre modesto y sin pretensiones, pero él decidió que esta vez lanzaría un poco de presión. “‘ ¿Sabe usted quién soy yo?”, dijo. “Yo soy el Gobernador de este estado!” “‘¿Sabe usted quién soy yo?” la mujer replicó. “Yo soy la señora a cargo del pollo. Muévase, Señor.” “‘
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