One stormy night many years ago an elderly couple entered the lobby of a small hotel and asked for a room. The clerk explained that because there were three conventions in town, the hotel was filled. He added, “But I can’t send a nice couple like you out in the rain at 1 o’clock in the morning. Would you be willing to sleep in my room?” The couple hesitated, but the clerk insisted. The next morning when the man paid his bill, he told the clerk, “You’re the kind of manager who should be the boss of the best hotel in the United States. Maybe someday I’ll build one for you.” The clerk smiled, amused by the older man’s “little joke.” A few years passed. Then one day the clerk received a letter from the elderly man recalling that stormy night and asking him to come to New York for a visit. A round-trip ticket was enclosed. When the clerk arrived, his host took him to the corner of 5th Avenue and 34th Street, where a grand new building stood. “That,” explained the elderly man, “is the hotel I have just built for you to manage.” “You must be joking,” the clerk said. “I most assuredly am not,” came the reply. “Who–who are you?” stammered the clerk. The man answered, “My name is William Waldorf Astor.” That hotel was the original Waldorf-Astoria, one of the most magnificent hotels in New York. The young clerk who became its first manager was George C. Boldt. The story reinforces today’s Gospel message about the prudent use of the earthly treasures and resources we have been given by God. If we use God‘s loving gifts to us to love others and help them in their need, He will be our reward in Heaven.
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Abraham wanted a new suit, so he bought a nice piece of cloth and then tried to locate a tailor. The first tailor he visited looked at the cloth and measured Abraham, then told him the cloth was not enough to make a suit. Abraham was unhappy with this opinion and sought another tailor. This tailor measured Abraham, then measured the cloth, and then smiled and said, “There is enough cloth to make a pair of trousers, a coat and a vest, please come back in a week to take your suit.” After a week Abraham came to take his new suit, and saw the tailor’s son wearing trousers made of the same cloth. Perplexed, he asked, “Just how could you make a full suit for me and trousers for your son, when the other tailor could not make a suit only?” “It’s very simple,” replied the tailor, “The other tailor has two sons.”
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Dan was a single guy living at home with his father and working in the family business. When he found out he was going to inherit a fortune when his sickly father died, he decided he needed a wife with whom to share his fortune. One evening at an investment meeting he spotted the most beautiful woman he had ever seen. Her natural beauty took his breath away. “I may look like just an ordinary man,” he said to her, “but in just a few years, my father will die, and I’ll inherit 20 million dollars.” Impressed, the woman obtained his business card and three days later she became his stepmother. Are crooked women so much better at estate planning than crooked men?
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
Una noche tormentosa hace muchos años una pareja de ancianos entró en el vestíbulo de un hotel pequeño y pidió una habitación. El Secretario explicó que había tres convenciones en la ciudad, y el hotel ya estaba lleno. Agregó, “pero no puedo enviar a una buena pareja como ustedes en la lluvia a la 1:00 de la mañana. ¿Estarían dispuestos a dormir en mi cuarto?” La pareja dudó, pero el empleado insistió. A la mañana siguiente cuando el hombre pagó su cuenta, le dijo al Secretario, “eres el tipo de gerente que debe ser el jefe del mejor hotel en los Estados Unidos. Tal vez algún día te construyo uno.” El Secretario sonrió, divertido por la “pequeña broma” del hombre anciano. Pasaron unos años. Entonces un día el empleado recibió una carta del anciano recordando esa noche de tormenta y pidiéndole que fuera a Nueva York para una visita. Iba incluido un boleto de ida y vuelta. Cuando llegó el Secretario, su anfitrión le llevó a la esquina de la 5ta Avenida y la Calle 34, donde estaba un gran edificio nuevo. “Eso”, explicó el anciano, “es el hotel que acabo de construir para que tu administres”. “Usted debe estar bromeando,” dijo el Secretario. “Aseguro que no,” vino la respuesta. “–¿Quién eres?” tartamudeó el Secretario. El hombre contestó, “mi nombre es William Waldorf Astor”. Ese hotel era el Waldorf-Astoria original, uno de los Hoteles más bellos en Nueva York. El joven secretario quien se convirtió en su primer Director fue George C. Boldt. La historia refuerza el mensaje del Evangelio de hoy sobre el uso prudente de los recursos y tesoros terrenales que nos ha dado Dios. Si utilizamos el regalo amoroso de Dios para nosotros para amar a los demás y ayudarles en sus necesidades, Él será nuestra recompensa en el Cielo.
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Abraham quería un traje nuevo, así que compró un buen trozo de tela y luego trató de localizar a un sastre. El primer sastre que visitó vio la tela midió a Abraham y le dijo que el paño no era suficiente para hacer un traje. Abraham infeliz con esta opinión, buscó a otro sastre. Ese sastre mide a Abraham, luego mide el paño y luego sonríe y dice, “Hay suficiente tela para hacer un par de pantalones, una capa y un chaleco, por favor regrese en una semana para tomar su traje”. Después de una semana Abraham llega a tomar su nuevo traje y vio al hijo del sastre con pantalones de la misma tela. Perplejo, le preguntó, “Como pudo usted hacer un traje completo de pantalones para mí y para su hijo, cuando el otro sastre no podía hacer ni un sólo juego?” “Es muy sencillo” respondió el sastre, “el otro sastre tiene dos hijos”.
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Dan era un chico soltero viviendo con su padre y trabajaba en la empresa de la familia. Cuando él se enteró que iba a heredar una fortuna cuando su padre enfermizo muriera, decidió que necesitaba una esposa con quien compartir su fortuna. Una noche en una reunión de inversiones vio a la mujer más bella que jamás había visto. Su belleza natural quitó su aliento. “Puedes verme como sólo un hombre común”, le dijo, “pero en pocos años, mi padre va a morir y heredaré 20 millones de dólares.” Impresionada, la mujer obtuvo su tarjeta de presentación y tres días más tarde se convirtió en su madrastra. ¿Planean las mujeres corruptas un patrimonio mucho mejor que los hombres corruptos?
Fr.Joseph Antony Sebastian
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