Did you know that the first president of the United States to refuse to kiss the Bible after his oath at his inauguration was Franklin Pierce, the 14th President? The reason is rather interesting. When Pierce had been elected, he and Mrs. Pierce and their son, two weeks before the inauguration, were taking a trip to Concord, New Hampshire, and, of course, they were doing it by train. The train had not gone far out of the station, when there was a lurch, a jolt, and the car the Pierces were in, tumbled off the tracks and down an embankment. Neither the president nor his wife was injured in the accident, but their son was killed. Franklin Pierce brooded over this, as would most of us. He asked the question of God that so many of us would have asked. Why would God at this moment of triumph permit this tragedy in their lives? Although a former Brigadier General and a famous lawyer, he was so upset by the personal tragedy and angry with God that he refused to kiss the Bible used at the inaugural oath taking ceremony. [People (February 6, 1989), pp. 47-51.] (John Quincy Adams was the only previous President who placed his hand on a Constitutional Law volume instead of a Bible. But it was not because he was angry with God). In the earlier part of today’s Gospel reading we hear the sorrow of Mary and Martha who had lost their beloved brother Lazarus.
Frances Jerz, sixty-five, lost her husband. She told columnist Roger Simon of the Chicago Sun-Times that even after three years, she still cries. Mr. Jerz had been a machine operator and was approaching retirement when he succumbed to cancer. Every Sunday Mrs. Jerz gets dressed up like he’s there in the house with her. Her daughter drives her to the cemetery. She touches the stone and she feels like he’s close to her. “That crypt’s got the most lipstick on it,” she says. “I kiss it every time I’m there.” [James C. Hefley, Life Changes (Wheaton, Illinois: Tyndale House Publishers, Inc., 1984), p. 97.] Some of you can relate to her pain. Some people have a terrible time dealing with the loss of a spouse. Life comes to a grinding halt.
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Three highly decorated police officers die in a wild shoot out with narcotics dealers and go to Heaven. God greets them and asks, “When you are laid out in your casket, and your fellow officers and family are mourning you, what would you like to hear them say about you?” The first cop says, “I would like to hear them say, that I was the bravest cop on the force.” The second police officer says, “I would like to hear that I was a terrific cop who died in the line of duty.” The last cop replies, “I would like to hear them say … ‘Look, he’s moving!”
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian Blvd Hayward, CA, USA 94541
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Nota de nuestro pastor:
¿Sabías que el primer Presidente de los Estados Unidos quien se negó besar la Biblia después de su juramento en su toma de posesión fue Franklin Pierce, el 14vo Presidente? La razón es bastante interesante. Cuando Pierce fue elegido, él, la señora Pierce y su hijo, dos semanas antes de la inauguración, hicieron un viaje a Concord, New Hampshire y, por supuesto, lo hicieron en tren. El tren no había corrido lejos de la estación, cuando hubo una sacudida, un tirón y el coche donde iban se salió de los rieles y cayó en una zanja. Ni el Presidente ni su esposa resultaron heridos en el accidente, pero su hijo murió. Franklin Pierce irritado sobre esto, como la mayoría de nosotros, le hizo la pregunta a Dios como muchos de nosotros lo hubiéramos hecho, ¿Por qué permitiría Dios en este momento de triunfo esta tragedia en sus vidas? Aunque un Ex Brigadier General y un Abogado famoso, estaba tan molesto por la tragedia personal y enojado con Dios que se negó a besar la Biblia en la ceremonia tomando el juramento inaugural. [People (06 de Febrero de 1989), págs. 47-51.] (John Quincy Adams fue el único Presidente anterior que puso su mano en un volumen de Ley Constitucional en vez de una Biblia. Pero no porque él estaba enojado con Dios). En la parte anterior de la lectura del Evangelio de hoy escuchamos el dolor de María y Marta quienes habían perdido a su amado hermano Lázaro.
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Frances Jerz, de sesenta y cinco años, perdió a su esposo. Ella le dijo al columnista Roger Simon de Chicago Sun-Times que incluso después de tres años, todavía llora. El Sr. Jerz había sido un operador de máquina y estaba cerca de la jubilación cuando sucumbió al cáncer. Cada Domingo la Sra. Jerz se viste como si él estuviera allí en la casa con ella. Su hija la lleva al cementerio. Ella toca la piedra y siente como si él estuviera cerca de ella. “Esa cripta tiene más pintura de labios sobre ella”, dice. “Yo la beso cada vez que estoy allí.” [James C. Hefley, Life Changes (Wheaton, Illinois: Tyndale House Publishers, Inc., 1984), p. 97.] Algunos de ustedes pueden compartir su dolor. Algunas personas tienen un tiempo terrible con la pérdida de un cónyuge. La vida llega a un alto desbastador.
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Tres altamente decorados policías mueren en un tiroteo salvaje con traficantes de narcóticos y van al cielo. Dios les da la bienvenida y les pregunta, “Cuando están en su ataúd, y sus compañeros y familia están de luto, ¿qué quieres oírlos decir sobre usted?” El primer oficial dice: “Me gustaría oírles decir que era el policía más valiente en la fuerza”. El segundo oficial dice: “Me gustaría escuchar que era un excelente policía quien murió en cumplimiento de su deber”. El ultimo policía responde: “me gustaría escucharles decir… “Mira, él se está moviendo!”
Fr.Joseph Antony Sebastian
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