Antonio Stradivari was born in Cremona, Italy, in 1644. Because Antonio’s voice was high and squeaky, he did not pass the audition for the Cremona Boys’ Choir. When he took violin lessons, the neighbors persuaded his parents to make him stop. Yet Antonio still wanted to make music. His friends made fun of him because his only talent was wood-carving. When Antonio was 22 he became an apprentice to a well-known violinmaker, Nicholas Amati. Under his master’s training Antonio’s knack for carving grew, and his hobby became his craft. He started his own violin shop when he was 36. He worked patiently and faithfully. By the time he died at 93, he had built over 1,500 violins, each one bearing a label that read, “Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno……” (“Antonio Stradivarius of Cremona made in the year…”) They are the most sought-after violins in the world and sell for more than $100,000 each. Antonio couldn’t sing or play or preach or teach but he used the ability he had, and his violins are still making beautiful music today. Antonio is a challenge to people who have only a single talent and who try to bury the talent for fear of failure — like the lazy servant in Jesus’ parable.

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There is a story of the thirty-eight-year-old scrubwoman who would go to the movies and sigh, “If only I had her looks.” She would listen to a singer and moan, “If only I had her voice.” Then one day someone gave her a copy of the book, The Magic of Believing. She stopped comparing herself with actresses and singers. She stopped crying about what she didn’t have and started concentrating on what she did have. She took inventory of herself and remembered that in high school she had had a reputation for being the funniest girl around. She began to turn her liabilities into assets. When she was at the top of her career, Phyllis Diller made over $1 million a year. In the 1960’s that was a great deal of money. She wasn’t good-looking and she had a scratchy voice, but she could make people laugh. Well, maybe God is saying something like that to us through today’s parable of the talents. Maybe when we complain that we wish that we had more, if only we were like someone other than ourselves, if only… He says to us: “Use the gifts I have given you!” Stop crying about what you do not have and start concentrating on what you do have. Use the gifts that God has given you.

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Have you heard the old parachute joke about the guy who was having trouble trusting? His friend said, “I know the best solution for your problem. A parachute jump will fix your problem of trust and lack of confidence.” So, they took this guy up for a jump. But just before he was to jump he got very nervous. His friend assured him, “It’s very easy. You jump out, and then pull the rip cord. If for some reason it doesn’t work, you pull the second cord, which is a back-up – guaranteed absolutely to work! Trust me! Then you just enjoy your trip down and a car will be waiting for you and will drive you back to the airport.” So, the guy jumped out of the plane. He pulled the rip cord and nothing happened. “Oh, no!” he thought. “I’ll pull the back-up cord.” He did. Nothing happened. And the guy said to himself, “Oh, no! And I bet the car won’t be there either”

Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian Blvd Hayward, CA, USA 94541
Office Phone: 510 783 2766

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Nota de nuestro pastor:

 Antonio Stradivari nació en 1644 en Cremona, Italia. Porque la voz de Antonio era alta y chillona, él no pasó la audición para el coro de los muchachos de Cremona. Cuando tomó clases de violín, los vecinos convencieron a sus padres para que desistiera. Sin embargo Antonio todavía quería hacer música. Sus amigos se burlaban de él porque su único talento era tallar en madera. Cuando Antonio tenía 22 años, él se hizo aprendiz de un conocido fabricante de violín, Nicholas Amati. Bajo el entrenamiento de su maestro, la habilidad de Antonio para tallar aumentó, y su afición se convirtió en su oficio. Él comenzó su propia tienda de violín cuando tenía 36 años. Trabajó con paciencia y fidelidad. Cuando murió a los 93 años, él había construido más de 1,500 violines, cada uno con una etiqueta que decía: “Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno…” (“Antonio Stradivarius de Cremona hecho en el año…”) Son los violines más buscados en el mundo y se venden por más de $100,000 cada uno. Antonio no podía cantar o tocar, o predicar o enseñar pero él utilizó la capacidad que tenía, y sus violines están todavía haciendo música hermosa hoy. Antonio es un desafío para personas que solamente tienen un talento único y que intentan enterrar el talento por miedo al fracaso–como el siervo perezoso de la parábola de Jesús.

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Hay una historia de una mujer de treinta años que iba al cine y suspiraba, “Si sólo tuviera su aspecto.” Ella escuchaba a una cantante y se quejaba, “Si sólo tuviera su voz.” Entonces un día alguien le dio una copia del libro, La Magia de Creer. Cesó de compararse con actrices y cantantes. Dejó de llorar por lo que no tenía y comenzó a concentrarse en lo que tenía. Tomó inventario de sí misma y recordó que en la escuela secundaria había tenido una reputación por ser la chica más divertida de su alrededor. Ella comenzó a cambiar sus deficiencias por sus habilidades. Cuando ella estaba en la cima de su carrera, Phyllis Diller hizo más de $ 1 millón al año. En la década de 1960 era una gran cantidad de dinero. No era guapa y tenía una voz áspera, pero ella podía hacerlo reír. Bueno, tal vez Dios nos está diciendo algo como eso a través de la parábola de los talentos hoy. Tal vez cuando nos quejamos de que queremos tener más, si sólo fuéramos como alguien que no sea nosotros mismos, si sólo… Él nos dice: “Utiliza los dones que os he dado!” Deja de llorar sobre lo que no tienes y empieza a concentrarte en lo que tienes. Usa los dones que Dios te ha dado.

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¿Has oído hablar del viejo chiste de paracaídas del hombre que estaba teniendo problemas confiando? Su amigo le dijo, “sé cuál es la mejor solución para tu problema. Un salto de paracaídas solucionará tu problema de falta de confianza.” Así pues, llevaron a este chico para un salto. Pero justo antes de saltar se puso muy nervioso. Su amigo le aseguró, “es muy fácil. Tú salta y luego jala la cuerda de apertura. Si por alguna razón no funciona, jala la segunda cuerda, que es una medida de seguridad – absolutamente garantizado de trabajar! ¡Confía en mí! Luego usted solo disfrute su viaje hacia abajo y un coche le estará esperando y te llevará hacia el aeropuerto.” Así, el chico saltó del avión. Él jaló la cuerda de apertura y no pasó nada. “Oh, no!” pensó. “Jalo el cordón de respaldo”. Lo hizo. No pasó nada. Y el hombre dijo, “Oh, no! Y apuesto a que el coche no será allí tampoco”.

Fr.Joseph Antony Sebastian
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