It was his first Sunday in the parish, and the congregation were on full alert to form their initial judgment of their new parish priest. His homily was excellent. This was a great relief to all. The following Sunday the crowds had increased significantly, probably because the good news had gone around during the week. To the surprise of those who were there the previous Sunday, the priest proceeded to give the exact same sermon. They excused this in the belief that there were so many new-comers this morning, which was all very well until the next Sunday, the next Sunday, and, indeed, the following Sunday, the very same sermon! Two or three of the parishioners decided to approach him as diplomatically as possible, to talk to him about how they felt about what was happening. They were extremely diplomatic. ‘That’s a very good sermon, Father.’ ‘Oh, thank you very much. I’m glad you found it helpful.’ ‘We were just wondering, Father, if you realise that you have given the exact same sermon for the past five Sundays.’ ‘Oh, Yes, I know that,’ replied the priest. ‘Well, Father, without wishing to be offensive, but we have to have an answer for those who sent us in here, do you have any other sermons?’ ‘Oh, of course, I have plenty of other sermons.’ ‘Well Father, you will be going on to one of the other sermons, won’t you?’ ‘Of course, I will,’ replied the priest. ‘When will that be, Father?’ ‘I promise you that I will move to the next sermon as soon as I see you doing something about the first one!’ If we don’t get the truth of Resurrection, what is the point of any further discussion? (Jack McArdle in And That’s the Gospel Truth! Quoted by Fr. Botelho).
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There was once a little boy who always wanted to meet Jesus. One day he was walking home from Sunday school. As he went through the park, he noticed an old woman sitting on a park bench. She looked lonely and hungry, so he sat down and offered part of the chocolate bar he had been saving. She accepted it with a smile. He gave her more of the candy, and she shared a can of root beer with him. They sat together in a very friendly manner, eating and drinking and smiling at each other. When the boy got up to leave, he reached over the woman and gave her a big hug. He walked home smiling. His mother noticed his big smile and happiness on his face and asked, “What did you do today that made you so happy?” “I had lunch with Jesus. And she has a great smile,” he said. The old woman returned to the small apartment she shared with her sister. She too was smiling. Her sister asked her why she was so happy. “I just had lunch with Jesus. And he is a lot younger than I expected,” she said. (John Pichappilly in The Table of the Word; quoted by Fr. Botelho).
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian Blvd Hayward, CA, USA 94541
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Nota de nuestro pastor:
Era su primer Domingo en la parroquia y la congregación estaba en completo estado de alerta para formar su juicio inicial sobre su nuevo Párroco. Su homilía fue excelente. Este fue un gran alivio para todos. El siguiente Domingo la multitud había aumentado significativamente, probablemente por la buena noticia que se había oído alrededor durante la semana. Para sorpresa de los que estaban allí el Domingo anterior, el Sacerdote procedió a dar el mismo sermón. Fue excusado por la creencia de que habían tantos recién llegados esa mañana, todo estuvo bien hasta que el Domingo siguiente, el Domingo siguiente, y, de hecho, el siguiente Domingo, dio el mismo sermón! Dos o tres de los feligreses decidieron acercarse lo más diplomáticamente posible, para hablar con él sobre cómo se sentían sobre lo que estaba sucediendo. Fueron extremadamente diplomáticos. ‘Es un buen sermón, Padre’. ‘Oh, muchas gracias. Me alegro que lo encontraron útil.’ ‘Sólo nos preguntamos Padre, si se da cuenta que ha dado el mismo sermón por los pasados cinco Domingos.’ ‘Oh, sí, ya sé,’ respondió el Sacerdote. ‘Bien, Padre, sin querer ser ofensivos, pero tenemos que dar una respuesta para aquellos que nos enviaron aquí, ¿usted tiene otros sermones?’ “Oh, por supuesto, tengo un montón de otros sermones”. ‘Bien Padre, dará otro de los sermones?’ ‘Por supuesto, que lo haré’, contestó el Sacerdote. ‘Cuando lo hará, Padre?’ ‘Les prometo que voy a dar el siguiente sermón tan pronto como que les vea haciendo algo sobre el primero de ellos’! Si no entendemos la verdad de la Resurrección, ¿cuál es el punto de cualquier otra discusión adicional? (Jack McArdle en Y Esa es la Verdad del Evangelio! Citado por el P. Botelho).
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Había una vez un chico pequeño que siempre quiso conocer a Jesús. Un día él iba caminando a casa después de la doctrina. Mientras pasaba por el parque, se dio cuenta de una mujer vieja sentada en una banca del parque. Se veía sola y hambrienta, así es que se sentó y le ofreció parte de la barra de chocolate que él había estado guardando. Ella la aceptó con una sonrisa. Él dio más del caramelo, y compartió una lata de soda con ella. Se sentaron juntos en una manera muy amistosa, comiendo y bebiendo y sonriendo el uno al otro. Cuando el niño se levantó para irse, se extendió hacia la mujer y le dio un fuerte abrazo. Caminó a su casa sonriendo. Su madre notó su gran sonrisa y felicidad en su rostro y le preguntó, “¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?” “Almorcé con Jesús, y ella tiene una gran sonrisa,” él dijo. La mujer anciana volvió al pequeño apartamento que compartía con su hermana. Ella también estaba sonriendo. Su hermana le preguntó por qué ella estaba tan feliz. “Almorcé con Jesús, y él es mucho más joven de lo que esperaba,” dijo. (John Pichappilly en La Mesa de la Palabra; citado por el P. Botelho).
Fr.Joseph Antony Sebastian
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