Sir Arthur Conan Doyle, the creator of Sherlock Holmes, told a story on himself. He was waiting for a taxi outside the railway station in Paris. When the taxi pulled up, he put his suitcase in it and then got in the taxi. As he was about to tell the taxi-driver where he wanted to go, the driver asked him: “Where can I take you, Mr. Doyle?” Doyle was astounded. He asked the driver if he knew him by sight. The driver said: “No Sir, I have never seen you before.” Doyle was puzzled and asked him how he knew he was Arthur Conan Doyle. The driver replied: “This morning’s paper had a story that you were on vacation in Marseilles. This is the taxi-stand where people who return from Marseilles always wait. Your skin color tells me you have been on vacation. The inkspot on your right index finger suggests to me that you are a writer. Your clothing is very English, and not French. Adding up all those pieces of information, I deduce that you are Sir Arthur Conan Doyle.” Doyle exclaimed, “This is truly amazing. You are a real-life counter-part to my fictional creation, Sherlock Holmes.” “There is one other thing,” the driver said. “What is that?’ Doyle asked. “Your name is on the front of your suitcase.” [Parables, Etc. (Saratoga Press, P.O. Box 8, Platteville, CO, 80651; 970-785-2990ft, March.] It wasn’t the powers of deduction. It was the power of observation. That taxi driver’s lenses were clean enough to observe what was going on around him. He had the Proper Focus. The blind man in today’s Gospel had such a focus on Jesus as the long-awaited Messiah and his only healer.
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According to a Jewish legend there was once a blind man who was married but had no children. Although his life was hard, he never complained. One day as the blind man was sitting by a river, the prophet Elijah came to him from heaven and said, “Even though your life has been hard, you never complained, and so God will grant you one wish.” The poor man frowned. “Only one wish!” he said. “I’m blind, I’m poor, and I’m childless. How will just one wish can satisfy all my problems? But give me twenty-four hours and I’ll think up a wish.” He went home and told his wife what had happened. She smiled at him and said, “Eat well and sleep soundly, for I know what you should wish.” He came back the next morning and said to Elijah as he appeared again, “I wish to be able to see my children eat from gold plates.” The wish was granted, and the man and his wife lived happily for the rest of their days. Today’s Gospel presents another blind man whose wish was to regain his sight. Jesus restored sight to his eyes and to his spirit, and Bartimaeus immediately began to follow Jesus as a sighted, witnessing disciple.
Fr. Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
21255 Hesperian Blvd Hayward, CA, USA 94541
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Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, contó una historia sobre sí mismo. Él estaba esperando un taxi fuera de la estación de tren en París. Cuando el taxi se detuvo, puso su maleta y luego se montó en el taxi. Cuando estaba a punto de decirle al taxista a donde quería ir, el conductor le preguntó: “¿Dónde puedo llevarlo Sr. Doyle?” Doyle estaba asombrado. Le preguntó al conductor si él lo conocía de vista. El chofer dijo: “No señor, nunca lo había visto antes.” Doyle desconcertado le preguntó cómo sabía que él era Arthur Conan Doyle. El conductor respondió: “el periódico de esta mañana tenía una historia que decía que estaba de vacaciones en Marsella. Esta es la parada de taxis donde las personas que retornan de Marsella siempre esperan. Su color de piel me dice que ha estado de vacaciones. El punto de tinta en su dedo derecho del índice me sugiere que eres un escritor. Su ropa es muy Inglesa y no Francesa. Sumando todos esos datos de información, deduzco que usted es Sir Arthur Conan Doyle.” Doyle exclamó: “Esto es realmente sorprendente. Eres una contraparte real de mi creación de ficción, Sherlock Holmes”. “Hay otra cosa ”, dijo el conductor.” ¿Qué?’ Doyle le preguntó. “Su nombre está en la parte delantera de su maleta ”. [Parábolas, Etc. (Saratoga Press, P.O. Box 8, Platteville, CO, 80651; 970-785-2990ft, Marzo.] No fueron los poderes de deducción. Fue el poder de observación. Los lentes del taxista estaban lo suficientemente limpios como para observar lo que estaba sucediendo a su alrededor. Él tenía el enfoque correcto. El ciego en el Evangelio de hoy tenía tal enfoque en Jesús como el Mesías esperado y su único sanador.
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Según una leyenda Judía había una vez un ciego que estaba casado, pero no tenía hijos. Aunque su vida fue difícil, nunca se quejó. Un día el hombre ciego estaba sentado junto a un río, el Profeta Elías vino a él desde el cielo y dijo: “a pesar de que tu vida ha sido difícil, nunca te has quejado, así es que Dios te concederá un deseo.” El pobre hombre frunció el ceño. “Sólo un deseo!”, dijo. “Soy ciego, soy pobre y estoy sin hijos. ¿Cómo un solo deseo puede satisfacer todos mis problemas? Pero dame veinticuatro horas y pensaré en un deseo.” Fue a su casa y le dijo a su esposa lo que había sucedido. Ella le sonrió y dijo: “Come bien y duerme bien, porque yo sé lo que debes de desear”. Él volvió a la mañana siguiente y dijo a Elías cuando él apareció otra vez, “me gustaría poder ver a mis hijos comer de platos de oro.” El deseo fue concedido, y el hombre y su esposa vivieron felices el resto de sus días. El Evangelio de hoy presenta a otro ciego cuyo deseo era recuperar su vista. Jesús restauró la vista a sus ojos y a su espíritu, y Bartimeo inmediatamente comenzó a seguir a Jesús como un testigo y discípulo vidente.
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