~ A Return to the Eucharist ~~
“How I have longed to celebrate this Passover with you” (Luke 22:15). When people ask, “Why should we go to Mass?” I answer, “Because Jesus is waiting for you there in the Church, and He wants to be with you — right there — in the Holy Eucharist.” It is about a personal encounter with Jesus that we have as individuals AND as a community, in the celebration of the Mass. The celebration of the Eucharist is the time and place where we can allow Christ to love us, and we can return His love. Knowing this, how could anyone stay away?
We are coming off a year and a half of “fasting” from full, personal, and active participation in the Eucharist because of the Covid pandemic precautions. Hence the Lord says again to us, as He did to the Apostles at the Last Supper, “How I have longed to be with you!” And how we priests have longed to be with you also to celebrate together the Lord’s passion, death and resurrection. I cannot tell you how happy I was to see so many people coming back to Mass for Holy Week and Easter this year, and since the June 15 lifting of most COVID restrictions, for daily and Sunday Masses. I felt like St. Peter at the Transfiguration, when he said, “Lord, it is good for us to be here!” By participating in the Mass, we can be with Jesus at the moment He lays down His life for His friends. You and I are those friends. Jesus loved His Apostles “to the end” (Jn 13:1), and He will love us “to the end.” When Christ taught “Come to me all you who labor and are burdened, and I will give you rest,” I believe He was encouraging us to come to Him where He is most intensely present, in His own Body and Blood on the altar of sacrifice at every Mass. Maybe that explains the sociologists’ study that found all socio-economic groups of people suffered more anxiety, more stress, and more depression during the pandemic, except one — those who attend church regularly. When Christ said to the Apostles at the Last Supper, “Do this in memory of me,” He was not only giving a command to the Apostles to celebrate the Eucharist — He was also inviting all of us, Christian brothers and sisters, to come together at the altar, to listen to Him speaking to us in the Scriptures, and to receive Him inside our bodies and our hearts. In the documents of the Second Vatican Council, we read that communion with the Body and Blood of Christ changes us into what we receive. We become divinized. St. Thomas Aquinas taught “The proper effect of the Eucharist is the transformation of human beings into God” (Aquinas, Sent. IV, dist. 12, q. 2, a. I.). Do we realize this? Our belief in the real presence of Christ in the Eucharist is scriptural. Jesus meant it when He said “This is my body; This is my blood” (Lk 22:19–20; Mt 26:26–28; Mk 14:22–24; 1 Cor. 11:23–25). The Church has always guarded and preserved this teaching faithfully from one generation to the next, despite heresies diluting or even denying the real presence of Christ in Holy Communion. Jesus Himself taught
how important it was to Him that we come to celebrate the Eucharist and receive Him in Holy Communion: “Amen, amen, I say to you, unless you eat the flesh of the Son of Man and drink his blood, you do not have life within you. Whoever eats my flesh and drinks my blood has eternal life, and I will raise him on the last day. For my flesh is true food, and my blood is true drink. . . . Just as he living Father sent me and I have life because of the Father, so also the one who feeds on me will have life because of me” (Jn 6:53-57). As Bishop Robert Barron recently wrote, “There is simply, this side of heaven, no more intimate communion possible with the risen Lord.” So let us come back to Him at Mass in person, joining together as a worshipping community, to be fed with His word in Scripture, and His body and blood in Holy Communion. Since the Church always has our spiritual health as her primary consideration, I am reinstating the law which was dispensed because of the pandemic. Our solemn obligation to attend Mass on Sundays and Holy Days of Obligation will come back into force in the Diocese of Oakland on Sunday, August 15, 2021, the Solemnity of the Assumption of Our Lady into Heaven. In the Divine Liturgy of the Eastern Catholic Churches, at the sign of peace, each person says to their neighbor, “Christ is among us.” And the response is, “He is and always will be.” Let us come back into His presence “singing for joy” (Psalm 95:2).
~ Regreso a la Eucaristía
“Cómo he anhelado celebrar esta Pascua con ustedes” (Lucas 22:15). Cuando la gente pregunta: “¿Por qué debemos ir a Misa?”, yo respondo: “Porque Jesús te está esperando allí en la Iglesia,y quiere estar contigo -allí mismo- en la Sagrada Eucaristia”. Se trata de un encuentro personal con Jesús que vivimos como individuos Y como una comunidad, en la celebración de la Misa. La celebración de la Eucaris”a es el momento y el lugar en el cual podemos permitirle a Cristo que nos ame, y podemos devolverle Su amor. Sabiendo esto, ¿cómo podría alguien permanecer alejado? Estamos saliendo de un año y medio de “ayunar” de la participación plena, personal y activa en la Eucaris”a, por las precauciones que debimos adoptar por la pandemia de COVID-19. Por eso el Señor nos vuelve a decir, como lo hizo con los apóstoles en la Última Cena: “¡Cuánto he anhelado estar con ustedes!” Y cómo los sacerdotes también hemos anhelado estar con ustedes para conmemorar juntos la pasión, muerte y resurrección del Señor. No puedo expresarles lo feliz que me sen” al ver a tanta gente regresar a Misa para la Semana Santa y la Pascua de este año, y desde el pasado 15 de junio con el levantamiento de la mayoría de las estricciones de COVID19, para Misas diarias y dominicales. Me sen” como San Pedro durante la Transfiguración, cuando dijo: “¡Señor, es bueno que nosotros estemos aquí!”. Al participar en la Misa, podemos estar junto a Jesús en el momento en que Él entrega Su vida por Sus amigos. Tú y yo somos esos amigos. Jesús amó a Sus apóstoles “hasta el fin” (Jn 13, 1), y nos amará “hasta el fin”. Cuando Cristo enseñó: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio”, creo que nos animaba a acercarnos a Él donde está más intensamente presente, en Su propio cuerpo y sangre en el altar del sacrificio en cada Misa. Quizás eso explique el estudio de los sociólogos que encontró que todos los grupos socioeconómicos de personas sufrieron más ansiedad, más estrés y más depresión durante la pandemia, excepto uno: los que asisten a la iglesia con regularidad. Cuando Cristo dijo a los apóstoles en la Última Cena “Hagan esto en memoria mía”, no sólo les estaba dando una instrucción a los apóstoles para que celebraran la Eucaris”a, sino que también nos invitaba a todos, hermanos y hermanas cristianos a acercarnos juntos al altar, para escucharlo hablar con nosotros de las Escrituras, y recibirlo dentro de nuestro cuerpo y nuestro corazón. En los documentos del Concilio Vaticano II leemos que la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos transforma en lo que recibimos. Nos divinizamos. Santo Tomás de Aquino enseñó que “El efecto propio de la Eucaris”a es la transformación de los seres humanos en Dios” (Santo Tomás de Aquino, Sent. IV, dist. 12, q. 2, a. I.). ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa? Nuestra creencia en la presencia real de Cristo en la Eucaris”a viene de las Escrituras. Jesús afirma Su presencia real al decir: “Éste es mi cuerpo; ésta es mi sangre” (Lc 22: 19-
20; Mt 26: 26-28; Mc 14:22-24; 1 Cor. 11: 23-25). La Iglesia siempre ha guardado y preservado fielmente esta enseñanza de una generación a la siguiente, a pesar de que las herejías diluyan o incluso nieguen la presencia real de Cristo en la Sagrada Comunión.Jesús mismo enseñó lo importante que era para Él que viniéramos a celebrar la Eucaris”a y a recibirlo en la Sagrada Comunión: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el ultimo día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.” (Jn 6, 53-57) Como escribió recientemente el obispo Robert Barron: “Simplemente, desde este lado del cielo, no hay una comunión más íntima posible con el Señor resucitado”. Así que regresemos a Él en la Misa, en persona, uniéndonos como una comunidad de adoración, para ser alimentados con Su palabra en las escrituras y Su cuerpo y sangre en la Sagrada Comunión. Dado que la salud espiritual siempre ha sido considerada una prioridad, estoy restableciendo la ley que fue dispensada debido a la pandemia. Nuestra solemne obligación de asistir a Misa los domingos y los días santos de obligación volverá a entrar en vigor en la Diócesis de Oakland a partir del domingo 15 de agosto de 2021, día en que celebraremos la Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora al Cielo. 1 En la Liturgia Divina de las Iglesias Católicas orientales, en el momento del signo de la paz, cada uno le dice a su prójimo: “Cristo está entre nosotros”. Y la respuesta es: “Él está y siempre estará”. Regresemos a Su presencia con alabanza; Aclamémosle con “cánticos”. (Salmo 95: 2)