The whole world was saddened when Coretta Scott King, widow of Dr. Martin Luther King, Jr. died in a medical clinic in Mexico. What was she doing in Mexico? It’s simple. Doctors in the United States had told her they could do no more for her. The clinic in Mexico offered hope. That hope may have been an illusion, but who can blame her? We’ll do anything for hope. Ask someone who has been in chronic pain and has discovered that even the finest medical professionals don’t have a clue about how to stop their pain. Many of these sufferers will go to any lengths to find someone who can give them relief. Wouldn’t you? The woman with chronic hemorrhage in today ’ s first Gospel story, comes to Jesus with trusting Faith. She has heard that this is the physician she has been looking for.
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Here is a beautiful old story about Zacchaeus, the tax collector. It tells how in later years, he rose early every morning and left his house. His wife, curious, followed him one morning. At the town well he filled a bucket… and he walked until he came to a sycamore tree. There, setting down the bucket, he began to clean away the stones, the branches, and the rubbish from around the base of the tree. Having done that, he poured water on the roots and stood there in silence, gently caressing the trunk with both of his hands. When his amazed wife came out of hiding and asked what he was doing, Zacchaeus replied simply, “This is where I found Christ.” I can just imagine that for the rest of their lives, that woman who touched the tassel of Jesus’ robe that day on the street… and the daughter of Jairus who was raised up in that room in her home, continually brought people back to those sacred spots and said, “This is where I found Christ! This is where Christ loved me into life!” Do you have a sacred spot like that? This is the Good News of our Christian Faith, isn’t it! Love has the power to heal, to reconcile, and to redeem.
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A deaf man, a blind man and a disabled man heard a rumor that God had come down to a Church in the village to heal the sick. They all went to find out if it was true. God signed to the deaf man, “Can I help you, son?” The man signed back that he would be so happy if he could hear again. God touched the man and suddenly he could hear. God then touched the blind man and he was able to see. The third man was sitting in his wheelchair with his mouth wide open in amazement. God looked at the man and asked him what he wanted. The man drew back and yelled, “Don’t lay one finger on me! I’m on disability!”
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One Sunday at Mass as the priest was giving his homily, a little baby in the front row suddenly started crying loudly. The mother did her best to pacify the child, but nothing worked. So finally, she got up and started to walk down the aisle to take the baby into the cry room. The priest stopped his preaching, and very compassionately called out to the mother, “That’s OK! You don’t have to leave. The child isn’t disturbing me.” The young woman turned around and said, “No, pardon me Father, but you’re disturbing my child!”
Fr. Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
Todo el mundo se entristeció cuando Core!a Sco! King, viuda del Dr. Mar”n Luther King, Jr. murió en una clínica en México. ¿Qué estaba haciendo ella en México? Es simple. Los médicos en los Estados Unidos le habían dicho que no podrían hacer nada más por ella. La clínica en México le ofreció esperanza. La esperanza puede haber sido una ilusión, pero quién puede culparla? Hacemos todo por la esperanza. Pregúntale a alguien que ha estado con dolor crónico y ha descubierto que incluso los mejores profesionales médicos no “enen ni idea de cómo detener el dolor. Muchos de estos enfermos harían cualquier cosa para encontrar a alguien que le pudiera dar alivio. ¿No lo harías tú? La mujer con hemorragia crónica en la primera historia del Evangelio de hoy, viene a Jesús con Fe y confianza. Ella ha escuchado que este es el médico que ella ha estado buscando.
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He aquí una bella historia an”gua sobre Zaqueo, el recaudador de impuestos. Cuenta cómo en años posteriores, se levantaba temprano cada mañana y salía de su casa. Su esposa, curiosa, le siguió una mañana. En el pozo de la ciudad llenaba un balde… y caminaba hasta que llegaba a un árbol sicómoro. Bajaba el balde allí, y comenzaba a limpiar las piedras, las ramas y la basura de alrededor de la base del árbol. Habiendo hecho esto, echaba agua en las raíces y se quedaba allí en silencio, acariciando suavemente el tronco con ambas manos. Cuando su esposa sorprendida salió de su escondite y le preguntó lo que estaba haciendo, Zaqueo contestó simplemente, “aquí es donde encontré a Cristo”. Sólo puedo imaginar que para el resto de sus vidas, aquella mujer que tocó la borda del manto de Jesús ese día en la calle… y la hija de Jairo que fue levantada en esa habitación en su casa, con”nuamente llevaban gente a los lugares sagrados y decían, “aquí es donde encontré a Cristo! Aquí es donde Cristo me amó a la vida!” ¿Tiene un lugar sagrado como ese? Eso es lo bueno de nuestra Fe Cris”ana, no? El amor “ene el poder para sanar, reconciliar y redimir.
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Un sordo, un ciego y un hombre discapacitado escucharon un rumor de que Dios había llegado a una Iglesia en la aldea a curar a los enfermos. Todos fueron a averiguar si era cierto. Dios se comunicó con el sordo, “puedo ayudarte, hijo?” El hombre le respondió que sería tan feliz si él pudiera oír otra vez. Dios toco al hombre y de repente pudo oír. Dios tocó luego al ciego y él pudo ver. El tercer hombre estaba sentado en su silla de ruedas con la boca abierta y en asombro. Dios miró al hombre y le preguntó lo que quería. El hombre retrocedió y gritó, “no pongas un dedo en mí! Estoy recibiendo ayuda por discapacitado!”
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Un Domingo en la Misa cuando el Sacerdote daba su homilía, un bebé en la primera fila de repente empezó a llorar ruidosamente. La madre hizo lo mejor para pacificar al niño, pero nada funcionó. Finalmente, se levantó y comenzó a caminar por el pasillo para llevar al bebé a la sala de niños inquietos. El Sacerdote dejó su predicación, y dijo muy compasivamente a la madre, “está bien! No “enes que irte. El niño no me molesta.” La joven se vol”o y dijo: “No, perdón Padre, pero ud. está perturbando a mi hijo!
Fr. Joseph Antony Sebastian
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