Mother Teresa tells how one day she visited an old people’s home in Sweden. It was efficiently run. The food was good. The staff was trained, and treated the old people well. It seemed an ideal place in which to end one’s days. There were about forty elderly people in the home. They seemed to have everything they wanted. Yet as she went around she noticed that none of them smiled. She also noticed something else. They kept looking towards the door. She asked one of the nurses why this was so. “They are longing for someone to come to visit them,” the nurse replied. “They are always looking and thinking, ‘Maybe my son, maybe my daughter, maybe somebody will come and visit me today.’ But no one comes. It’s the same every day.” “No one comes!” The phrase haunted Mother Teresa. These elderly people had been put away in this home by their families and then abandoned. That sense of having been abandoned was by far their greatest suffering. Sometimes a person may have no choice but to put an elderly parent in a home. However, it’s the spirit in which this is done that matters. Having put an elderly parent in a home, one person may abandon that parent, whereas another visits that parent regularly. A Christian who doesn’t care is like a lamp that doesn’t give light. But caring is never easy. Jesus invites us, in today’s Gospel, to show concern, mercy and compassion to the lonely and ‘care home’ inmates.

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One evening years ago a speaker who was visiting the United States wanted to make a telephone call. He entered a phone booth but found it to be different from those in his own country. It was beginning to get dark, so he had difficulty finding the number in the directory. He noticed that there was a light in the ceiling, but he didn’t know how to turn it on. As he tried again to find the number in the fading twilight, a passerby noted his plight and said, “Sir, if you want to turn the light on, you have to shut the door.” To the visitor’s amazement and satisfaction, when he closed the door, the booth was filled with light. He soon located the number and completed the call. A writer in the devotional, Our Daily Bread, commenting on this story, writes, “In a similar way, when we draw aside in a quiet place to pray, we m ust block out our busy world and open our hearts to the Father. Our darkened world of disappointments and trials will then be illuminated. We will enter into communion with God, we will sense His presence, and we will be assured of His provision for us. Our Lord often went to be alone with the Heavenly Father. Sometimes it was after a busy day of preaching and healing, as in today’s Scripture reading. At other times, it was before making a major decision.” (Luke 6:12). And so, should we.

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The young pastor was teaching the 23 rd psalm to the Sunday school children. He told them that they were sheep who needed guidance. Then the priest asked, “If you are the sheep then who is the shepherd?” (obviously meaning himself). A silence of a few seconds followed. Then a young boy said, “Jesus. Jesus is the Shepherd.” The young priest, obviously caught by surprise, said to the boy, “Well then, who am I?” The boy frowned thoughtfully and then said, “I guess you must be a sheep dog.”

Fr. Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:

Madre Teresa cuenta cómo un día visitó una residencia de ancianos en Suecia. Se manejaba eficientemente. La comida era buena. El personal fue entrenado y trataba bien a las personas mayores. Parecía un lugar ideal para terminar el final de los días. Había cerca de cuarenta personas mayores en el hogar. Parecían tener todo lo que querían. Sin embargo, cuando ella caminaba alrededor se dio cuenta que ninguno de ellos son- reía. También notó algo más. Se mantenían mirando hacia la puerta. Le preguntó a una de las enfermeras por qué esto era así. “Están deseando que alguien venga a visitarlos”, contestó la enfermera. “Están siempre mirando y pensando, ‘Tal vez mi hijo, tal vez mi hija, tal vez alguien viene y me visita hoy.’ Pero nadie llega. Es lo mismo todos los días.” “Nadie llega!” Esa frase la perturbaba a Madre Teresa. Estos ancianos habían sido puestos lejos en esta casa por sus familias, y luego abandonados. Esa sensación de haber sido abandonado en gran medida era su mayor sufrimiento. A veces una persona no puede tener ninguna opción sino poner a un padre anciano en un hogar. Sin embargo, es el espíritu en el que se hace lo que importa. Tras haber puesto a un padre anciano en un hogar, una persona puede abandonar a ese padre, mientras que otra visita a los padres regularmente. A un cristiano que no le importa, es como una lámpara que no da luz. Pero cuidar no es fácil. Jesús nos invita en el Evangelio de hoy, a mostrar preocupación, misericordia y compasión a los solitarios y los reclusos en “cuidados caseros”.

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Una noche hace años un orador que estaba de visita en los Estados Unidos quiso hacer una llamada telefónica. Entró en una cabina telefónica pero era diferente de ésos en su propio país. Estaba empezando a ponerse oscuro, por lo que tuvo dificultades para encontrar el número en el directorio. Notó que había una luz en el techo, pero no sabía cómo encenderla. Él intentó otra vez encontrar el número en el crepúsculo de la noche, cuando un transeúnte observa su situación y le dice, “Señor, si usted quiere encender la luz, tiene que cerrar la puerta.” Para el asombro y la satisfacción del visitante, cuando él cerró la puerta, la cabina se llenó de luz. Pronto encontró el número y terminó la llamada. Un escritor en el devocional, Nuestro Pan de Cada Día, comentando este relato, escribe, “de manera similar, cuando vamos a un lugar tranquilo para orar, debemos bloquear nuestro atareado mundo y abrir nuestros corazones al Padre. Entonces se iluminarán nuestro mundo oscuro de desilusiones y pruebas. Entramos en comunión con Dios, sentimos su presencia, y estaremos seguros de su provisión para nosotros. Nuestro Señor fue a menudo a solas con el Padre Celestial. A veces era después de un largo día de predicación y curación, como en la lectura de las Escrituras de hoy. En otras ocasiones, fue antes de tomar una decisión importante”. (Lucas 6:12). Y por tanto, debemos hacerlo.

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El joven Pastor enseñaba el Salmo 23 a los niños de escuela dominical. Les dijo que eran ovejas que necesitan orientación. Entonces el Sacerdote le preguntó, “Si eres oveja, entonces quien es el Pastor?” (obviamente él mismo). Siguió un silencio de unos segundos. Entonces un joven dijo, “Jes ús. Jesús es el Pastor.” El joven Sacerdote, obviamente cogido por sorpresa, dijo al muchacho, entonces, ¿quién soy yo?” El muchacho frunció el ceño pensativo y luego dijo, “Creo que debe ser un perro pastor.

 

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