Michael Hargrove tells about a scene at an airport that literally changed his life. He was picking up a friend. He noticed a man coming toward him carrying two light bags. The man stopped right next to Hargrove to greet his family. The man motioned to his youngest son (maybe six years old) as he laid down his bags. They hugged and Hargrove heard the father say, “It’s so good to see you, son. I missed you so much!” “Me, too, Dad!” said the son. The oldest son (maybe nine or ten) was next. “You’re already quite the young man. I love you very much, Zach!” Then he turned to their little girl (perhaps one or one-and-a-half). He kissed her and held her close. He handed his daughter to his oldest son and declared, “I’ve saved the best for last!” and proceeded to give his wife a long, passionate kiss. “I love you so much!” He said to his wife softly. Hargrove interrupted this idyllic scene to ask, “Wow! How long have you two been married?” “Been together fourteen years total, married twelve of those,” the man replied, as he gazed into his wife’s face. “Well then, how long have you been away?” The man turned around and said, “Two whole days!” Hargrove was stunned. “I hope my marriage is still that passionate after twelve years!” The man stopped smiling and said, “Don’t hope, friend ………decide!”
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Among the folkloric literature of Eastern Europe, there is a tale which reflected the quality of love which marriage demands: After a long siege, the duke of Bavaria sat trapped in his castle of Weisberg. Outside the city walls, his enemy, emperor Konrad, was demanding his surrender. While the conditions of surrender were being determined, the women of Weisberg sent a message to Konrad, asking for safe passage out of the city. They also requested that they be allowed to take with them as many of their valuables as they could carry. Their request granted, soon the castle gates were opened and out came the women. To Konrad’s amazement, they carried no gold or jewels. Each woman was bending under the weight of her husband whom she hoped to save from the vengeance of their conqueror. Their loving stratagem proved successful and their story continues to bear witness to selfless love which constitutes a true marriage.
“The secret of my success in my married life and in my business is the same”, said, Henry Ford on the 50th anniversary of his wedding, “I don’t change models every now and then; instead I stick on to one and try to improve it”.
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
Michael Hargrove dice acerca de una escena en un aeropuerto que literalmente cambió su vida. Él fue a recoger a un amigo. Se dio cuenta de un hombre que venía hacia él llevando dos bolsas ligeras. El hombre se detuvo justo al lado de Hargrove para saludar a su familia. El hombre llamó a su hijo más joven (tal vez seis años de edad) mientras él puso en el suelo su equipaje. Se abrazaron y Hargrove escuchó al padre decir: “¡Qué bueno verte, hijo. Te he echado tanto de menos!” “Yo también, papá!”, dijo el hijo. El hijo mayor (tal vez nueve o diez) era el siguiente. “Ya eres bastante joven. Te quiero mucho, Zach!” Entonces él se dio vuelta a su pequeña niña (tal vez uno o uno y medio). La besó y la abrazó. Él le dio a su hija a su hijo mayor y declaró, “He guardado lo mejor para último”! y procedió a darle a su esposa un beso largo y apasionado. “Te amo tanto!” Suavemente le dijo a su esposa. Hargrove interrumpe esta escena idílica para preguntar, “¡Wow! ¿Cuánto tiempo tienen ustedes de casados? “Hemos estado juntos por 14 años y casados doce de ellos,” respondió el hombre, mirando a su mujer a la cara. “Entonces, ¿cuánto tiempo llevan lejos?” El hombre dio la vuelta y dijo, “Dos días enteros!” Hargrove se quedó anonadado. “Espero que mi matrimonio sea tan apasionado después de doce años!” El hombre dejó de sonreír y dijo: “No esperes amigo,… decide!”
Entre la literatura folclórica de Europa del Este, hay un cuento que refleja la calidad de amor que el matrimonio exige: tras un largo asedio, el duque de Baviera estuvo sentado atrapado en su castillo de Weisberg. Fuera de las murallas de la ciudad, su enemigo, el Emperador Konrad, exigía su rendición. Mientras que se determinaban las condiciones de entrega, las mujeres de Weisberg enviaron un mensaje a Konrad, pidiendo un paso seguro fuera de la ciudad. También pidieron que se les permitiera llevar consigo todos sus objetos de valor que pudieran llevar consigo. Otorgada su petición, prontamente las puertas del castillo se abrieron y salieron las mujeres. Para sorpresa de Konrad, no llevaron oro ni joyas. Cada mujer cargaba el peso de su esposo que ella esperaba salvar de la venganza de su conquistador. Su estratagema amorosa tuvo éxito y su historia continúa dando un testimonio de amor desinteresado lo que constituye un verdadero matrimonio.
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“El secreto de mi éxito en mi vida de casado y en mi negocio es lo mismo”, dijo Henry Ford en el 50 aniversario de su boda, “yo no cambio modelos a cada ahora; sino que me fijo en uno, y trato de mejorarlo.”
Fr.Joseph Antony Sebastian
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