Off the coast of Evanston Illinois there comes the story of a shipwreck. The students of Northwestern University came to the rescue. One student, Edward Spenser, personally saved the lives of 17 persons that day. Years later a reporter was wri”ng a follow-up story on the event, and went to interview the now elderly Spenser. When asked what was the one thing that stood out about the incident in his mind; Spenser replied: “I remember that of the seventeen people I saved that day, not one of them ever thanked me.”
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In the book A Window on the Mountain, Winston Pierce tells of his high school class reunion. A group of the old classmates were reminiscing about things and persons they were grateful for. One man men”oned that he was par”cularly thankful for Mrs. Wendt, for she, more than anyone, had introduced him to Tennyson and the beauty of poetry. Ac”ng on a sugges”on, the man wrote a le$er of apprecia”on to Mrs. Wendt and addressed it to the high school. The note was forwarded and eventually found the old teacher. About a month later the man received a response. It was wri$en in a feeble longhand and read as follows: “My dear Willie, I can’t tell you how much your le$er meant to me. I am now in my nine”es, living alone in a small room, cooking my own meals, lonely, and like the last leaf of fall lingering behind. You will be interested to know that I taught school for forty years and yours is the first le$er of apprecia”on I ever received. It came on a blue, cold morning and it cheered me as nothing has for years. Willie, you have made my day.”
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In a li$le Church, there were the father and mother of a young man killed in a military ba$le. One day, they came to the pastor and told him they wanted to give a monetary gi& as a memorial to their son who died in ba$le. The pastor said, “That’s a wonderful gesture on your part.” He asked if it was okay to tell the congrega”on, and they said that it was. The next Sunday he told the congrega”on of the gi& given in memory of the dead son. On the way home from Church, another couple was driving down the highway when the father said to his wife, “Why don’t we give a gi& because of our son?” And his wife said, “But our son didn’t die in any conflict! Our son is s”ll alive!” Her husband replied, “That’s exactly my point! That’s all the more reason we ought to give in thanks to God.”
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The story is told of a farmer who went into town for a li$le breakfast. As his meal was set before him, he bowed his head and offered a silent prayer. The man at the next table derided him, “Hey, does everybody do that where you come from?” “No,” said the farmer. “The pigs don’t.”
Fr.Joseph Antony Sebastian
St. Joachim Church
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Nota de nuestro pastor:
Desde la costa de Evanston, Illinois llega la historia de un naufragio. Los estudiantes de la Universidad Northwestern llegaron al rescate. Un estudiante, Edward Spenser, personalmente salvó las vidas de 17 personas ese día. Años más tarde un reportero estaba escribiendo una historia de seguimiento del evento y fue a entrevistar al ahora anciano Spenser. Cuando se le preguntó qué fue lo único que resaltó en su mente sobre el incidente; Spenser contestó: “Recuerdo que de las diecisiete personas salvadas ese día, ninguno de ellos nunca me dio las gracias”.
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En el libro Una Ventana en la Montaña, Winston Pierce habla de su reencuentro de clase de secundaria. Un grupo de los antiguos compañeros de clase fueron recordando cosas por las cuales estaban agradecidos con las personas. Un hombre mencionó que él estaba particularmente agradecido con la señora Wendt, porque ella, más que nadie, le había introducido a Tennyson la belleza de la poesía. Actuando bajo una sugerencia, el hombre escribió una carta de agradecimiento a la señora Wendt dirigida a la escuela de secundaria. La nota fue enviada y finalmente encontró al viejo profesor. Un mes más tarde el hombre recibió una respuesta. Fue escrita por una mano débil y decía lo siguiente: “Mi querido Willie, no puedo decirte cuánto tu carta ha significado para mí. Yo estoy ahora en mi década de los noventa, vivo sola en una pequeña habitación, cocino mi propia comida, solitaria y como la última hoja de otoño persistente. Le interesará saber que enseñé en la escuela durante cuarenta años y su carta es la primera carta de agradecimiento que he recibido. Sucedió en una mañana fría, azul y me alegró como nada lo ha hecho por años. Willie, has alegrado mi día!”
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En una pequeña Iglesia, había el padre y la madre de un joven muerto en una batalla militar. Un día, fueron con el Pastor y dijeron que querían darle un regalo monetario como un monumento a su hijo quien murió en batalla. El Pastor dijo, “Es un gesto maravilloso de su parte”. Preguntó si estaba bien que lo compartiera con la congregación, y dijeron que sí. El Domingo siguiente le dijo a la congregación sobre el regalo dado en memoria del hijo muerto. De camino a casa de la Iglesia, otra pareja conducía por la autopista cuando el padre dijo a su esposa, “¿por qué no le damos un regalo por nuestro hijo?” Y su esposa dijo, “pero nuestro hijo no murió en ningún conflicto! Nuestro hijo aún está vivo!” Su marido respondió: “ese es exactamente mi punto! Es la mayor razón por la cual debemos darle gracias a Dios”.
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Se cuenta la historia de un granjero que entró al pueblo para desayunar. Su comida fue puesta delante de él, él inclinó la cabeza y ofreció una oración silenciosa. El hombre en la siguiente mesa se burló, “Hey, todo el mundo hace eso de donde vienes?” “No,” dijo el granjero. “Los cerdos no.”
Fr.Joseph Antony Sebastian
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