Pope Francis said that as a child, he heard a story of a family with a mother, father, many children and a grandfather. The grandfather, suffering from Parkinson’s illness, would drop food on the dining table, and smear it all over his face when he ate. His son considered it disgusting. Hence, one day he bought a small table and set it off to the side of the dining hall so the grandfather would eat, make a mess and not disturb the rest of the family. One day, the Pope said, the grandfather’s son came home and found one of his sons playing with a piece of wood. “What are you making?” he asked his son. “A table,” the son replies. “Why?” the father asks. “It’s for you, Dad, when you get old like grandpa, I am going to give you this table.” Ever since that day, the grandpa was given a prominent seat at the dining table and all the help he needed in eating by his son and daughter-in-law. “This story has done me such good throughout my life,” said the Pope. “Grandparents are a treasure,” he said. “Often old age isn’t pretty, right? There is sickness and all that, but the wisdom our grandparents have is something we must welcome as an inheritance.” A society or community that does not value, respect and care for its elderly members “doesn’t have a future because it has no memory, it’s lost its memory,” Pope Francis added.

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A few years ago, a study was undertaken to find the U.S. city with the lowest incidence of cancer and heart disease. The winner was Rosetto, Pennsylvania. Soon experts descended upon the city expecting to see a town populated by nonsmokers, people who ate the correct food, took regular exercise and kept close track of their cholesterol. To their great surprise, however, the researchers discovered that none of the above was true. They found instead that the city’s good health was tied to the close family bonds that prevailed within the community. This suggests that there is much to be said for a close and loving family relationship. (Robert Duggan & Richard Jajac).

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In an audience Pope Paul VI told how one day, when he was Archbishop of Milan, he went out on parish visitation. During the course of the visitation he found an old woman living alone. ‘How are you?’ he asked her. ‘Not bad,’ she answered. ‘I have enough food, and I’m not suffering from the cold.’ ‘You must be reasonably happy then?’ he said. ‘No, I’m not’, she said as she started to cry. ‘You see, my son and daughter-in-law never come to see me. I’m dying of loneliness.’ Afterwards he was haunted by the phrase ‘I’m dying of loneliness’. And the Pope concluded: ‘Food and warmth are not enough in themselves. People need something more. They need our presence, our time, our love. They need to be touched, to be reassured that they are not forgotten’ (Flor McCarthy in New Sunday and Holy Day Liturgies).

A man left work on Friday afternoon, but instead of going home, he went partying with the boys and didn’t return till Sunday night. His wife was furious, and after a lengthy tirade finally said, “How would you like it, if you didn’t see me for two or three days?” “I’d like it just fine!” he slurred. And that’s what happened. All day Monday, he didn’t see her even once. Tuesday and Wednesday passed without his seeing her. Finally, on Thursday afternoon, he caught just a glimpse of her as the swelling of his eyes started to go down.

Fr.Joseph Antony Sebastian
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Nota de nuestro pastor:

El Papa Francisco dijo que cuando era un niño, escuchó la historia de una familia con una madre, un padre, muchos niños y un abuelo. El abuelo, sufriendo de la enfermedad de Parkinson, botaba la comida de la mesa del comedor y untaba todo su rostro cuando él comía. Su hijo lo consideraba repugnante. Por lo tanto, un día compró una mesa pequeña y la puso al lado del comedor para que el abuelo comiera, hiciera su tiradero y no molestara al resto de la familia. Un día, dijo el Papa, el hijo vino a su hogar y encontró a uno de sus hijos jugando con un pedazo de madera. “¿Qué estás haciendo?” le preguntó a su hijo. “Una mesa”, respondió el hijo. “¿Por qué?” le preguntó el padre. “Es para ti, papá, cuando llegues a viejo como el abuelo, voy a darte esta mesa.” Desde ese día, al abuelo se le dio un puesto prominente en la mesa del comedor y toda la ayuda que necesitaba para comer con su hijo y su nuera. “Esta historia me ha hecho tan bien a lo largo de mi vida,” dijo el Papa. “Los abuelos son un tesoro”, dijo. ¿”A menudo la edad avanzada no es bonita, correcto? Hay enfermedad y todo eso, pero la sabiduría de nuestros abuelos es algo que debemos acoger como herencia.” Una sociedad o comunidad que no valora, respeta y cuida a sus miembros ancianos “no tiene un futuro porque no tiene memoria, ha perdido su memoria,” agregó el Papa Francisco.

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Hace unos años se realizó un estudio para encontrar la ciudad de los Estados Unidos con la menor incidencia de cáncer y enfermedades del corazón. El ganador fue Rossetto, Pennsylvania. Pronto expertos descendieron sobre la ciudad esperando ver a una ciudad poblada sin fumadores, personas que comían alimento correcto, haciendo ejercicio regularmente y manteniendo un estrecho cuidado sobre su colesterol. Para su gran sorpresa, sin embargo, los investigadores descubrieron que ninguno de lo anterior era verdad. En su lugar encontraron que la buena salud de la ciudad se debía a los estrechos vínculos familiares imperantes dentro de la comunidad. Esto sugiere que hay mucho que decir sobre una relación cercana y amorosa de familia. (Robert Duggan y Richard Jajac).

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En una audiencia el Papa Pablo VI contó cómo un día, cuando era Arzobispo de Milán, salió en visitas de la parroquia. En el transcurso de la visita encontró a una anciana que vivía sola. ‘¿Cómo estás?’ le pregunté. “No estoy mal,” ella contestó. ‘Tengo suficiente comida, y no estoy sufriendo por el frío’. ‘ Debes ser razonablemente feliz entonces?’, dijo. ‘No, no soy’, ella dijo y empezó a llorar. ‘Ves, mi hijo y nuera nunca vienen a verme. Me estoy muriendo de soledad.’ Luego fue embargado por la frase ‘Me estoy muriendo de soledad’. Y el Papa concluyó: ‘comida y calor no son suficientes en sí mismos. Las personas necesitan algo más. Necesitan nuestra presencia, nuestro tiempo, nuestro amor. Necesitan ser tocados, para estar seguros de que no han sido olvidados’ (Flor McCarthy en Nuevo Domingo y Liturgias de Día Santo).

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Un hombre dejó el trabajo en la tarde del Viernes, pero en lugar de ir a casa, se fue de fiesta con los amigos y no volvió hasta el Domingo por la noche. Su esposa estaba furiosa, y después de una larga reprobación, finalmente dijo, “¿cómo te gustaría, si no me vieras dos o tres días?” “Estaría bien!” dijo inteligiblemente. Y eso es lo que sucedió. Todo el día del Lunes, él no la vio ni una sola vez. El Martes y el Miércoles pasaron sin verla. Finalmente, el Jueves por la tarde, vio sólo una visión de ella cuando la hinchazón de sus ojos comenzó a bajar.

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